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El día que murió Cantinflas; crónica desde el cielo

El día que murió Cantinflas; crónica desde el cielo

‘En un vuelo directo, sin la forzosa y caliente escala en el purgatorio, llegó al cielo Cantinflas, a quien Dios recibió con una cierta sonrisa’

El 20 de abril de 1993, el mundo del cine y del humor despidió a uno de sus más grandes representantes: 

Mario Moreno, conocido universalmente como Cantinflas.

Su fallecimiento dejó un vacío en el corazón de millones de personas que, a lo largo de su prolífica carrera, disfrutaron de sus películas y se deleitaron con su incomparable talento para hacer reír.

El cómico mexicano, que supo conquistar a públicos de todas las edades y latitudes, se ganó un lugar en la historia como un ícono inolvidable y querido de la comedia.

En esta crónica imaginativa, escrita por el periodista colombiano Óscar Domínguez G., Cantinflas llega al cielo y es recibido por un elenco estelar de personajes y humoristas legendarios. Desde Charles Chaplin hasta los hermanos Marx, todos se unen para darle la bienvenida a su nuevo hogar en el firmamento. La narración nos invita a soñar con un encuentro lleno de risas, anécdotas y momentos nostálgicos, donde el humor y la creatividad de estos grandes artistas brillan más allá de la vida terrenal.

El Cielo, ocurrencia del periodista colombiano Óscar Domínguez G., quien publicó en el portal cubano Prensa Latina su colaboración titulada: El día que murió Cantinflas

EL CIELO, 20 de abril, 1993.- En un vuelo directo, sin la forzosa y caliente escala en el purgatorio, llegó hoy al cielo don Mario Moreno, Cantinflas, a quien Dios recibió con una cierta sonrisa. San Pedro se hizo el de la vista gorda y no exigió visa.

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Sin pensarlo dos veces, Mario se ubicó de una a la diestra de Dios Padre en un asiento calientito que le tenía reservado Charles Chaplin. Este le repitió en la vida eterna, lo que alguna vez le dijo en vida: “Eres el mejor; somos los mejores”.

Cantinflas se asiló en su bigote minúsculo tan contundente que sacaba la cara por él y le contestó: “Exagerado, my cuate inglés, but very cierto. Órale no más”.

Chaplin le informó que tenía derecho a cama con baño privado en el pabellón de los humoristas, adonde la corte celestial en pleno acude a sacudirse el estrés que produce toda una eternidad pasando bueno.

“No sé por qué me han llorado tanto allá abajo, aunque de pronto sí sé. Porque entre la alegría y la tristeza no hay más distancia que una lágrima”, bromeó Mario ante Mr. Chaplin, quien en este momento le mostraba dónde quedan los servicios: “Entrando a mano derecha”. Como en tierra.

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